Con ocasión de la recuperación del ‘Códice Calixtino’ el pasado mes de julio por parte de la Policía, la carta pastoral del citado mes del arzobispo de Santiago, monseñor Barrio, ha estado dirigida a tal hecho, de la cual extractamos los siguientes párrafos:

“Estoy seguro de que todos hemos compartido la alegría de la recuperación, en las debidas condiciones, del Códice Calixtino después del sufrimiento y del desasosiego que conllevó su desaparición hace poco más de un año. Es momento de dar gracias a Dios que en su providencia con el patrocinio del Apóstol Santiago, ha guiado los pasos de quienes han intervenido en su búsqueda y hallazgo. Para ellos mi reconocimiento agradecido por su trabajo abnegado y por sus conocimientos acreditados, también en vuestro nombre. (…)

Ochocientos años llevaba esta Casa del Señor Santiago custodiándolo y conservándolo con la conciencia del tesoro que guardaba, afrontando situaciones y circunstancias diferentes, no siempre fáciles. Desde su desaparición hemos compartido la preocupación de las personas de la policía y de la judicatura quienes, manteniendo los ritmos tensos de toda búsqueda e investigación al margen de toda apreciación novelada, han logrado con su saber, disponibilidad, generosidad y paciencia, que de nuevo el Códice Calixtino vuelva a su lugar propio donde seguirá haciéndose eco con serenidad de la historia inicial de la peregrinación jacobea.

He podido comprobar a lo largo de todo este tiempo la preocupación por nuestro patrimonio histórico, cultural y espiritual del que forma parte el Códice de extraordinaria relevancia en los diferentes aspectos. También la complacencia ha sido grande al resolverse afortunadamente su recuperación como la han manifestado tantas personas dentro y fuera de nuestra diócesis. Puedo deciros que así como los peregrinos llegan de los distintos continentes, de la misma manera han llegado felicitaciones de los distintos países de Europa y de otras partes del mundo.

Este acontecimiento nos ha ayudado sin duda a acrecentar nuestra sensibilidad a este respecto y a valorar más el patrimonio artístico y cultural que tenemos en la Iglesia y que a veces no lo apreciamos como sería de desear. En este sentido, todo esfuerzo que hagamos será siempre poco a la hora conservar y proteger lo que hemos heredado de nuestros antepasados y transmitirlo en las mejores condiciones a los que vengan detrás de nosotros. ‘La Iglesia está empeñada en mantener el patrimonio histórico-artístico en su función originaria, en indisoluble conexión con la proclamación de la fe y con el servicio de la promoción integral del hombre’ (…)”

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