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El camino de Santiago se ha convertido en los últimos años en una ruta cargada de pacientes con espíritu de superación y con ánimo de visibilizar una patología incapaz de limitar su peregrinaje.

El último de los casos es el de Lourdes Pérez, paciente en hemodiálisis que padece una enfermedad renal crónica desde los 39 años. “Al principio creía que el recorrido era de tan solo 20 kilómetros. Cuando me dijeron que serían 120 ya estaba decidida y no di marcha atrás”, cuenta.

Tras seis días de recorrido, Pérez afirma no sentirse cansada y su peor recuerdo lo reserva para las cuestas. “Hasta ahora nunca había sido capaz de andar más de tres kilómetros. He aprendido que somos capaces de hacer todo lo que nos propongamos”, cuenta con orgullo. Y es que, tras superar dos trasplantes de riñón, el Camino de Santiago se antojaba como un reto todavía más complicado.

“Nunca me he sentido tan viva, tan libre”, declara Pérez, quien destaca como la hemodiálisis domiciliaria le ha cambiado la vida: “La gente tiene que concienciarse de que no solo existe la máquina del hospital”.

La ruta ha conseguido despertar su espíritu más aventurero y reconoce que ya está pensando en la siguiente: “Este verano pretendo viajar al norte y hacer algún recorrido similar”. Eso sí, siempre acompañada de su marido, compañero de vida y viajes: “Sin él no hubiese podido, la máquina es cosa de dos”.

Cinco etapas: una por cada emoción del paciente con cáncer

Mismo destino pero distinta fecha. Acaba de cumplirse un año desde que Cristina Chamorro, presidenta de la Asociación Española de Cáncer de Tiroides (Aecat), lograra terminar un recorrido de 113 kilómetros cargados de emociones. “Fue un reto, pero sobre todo una experiencia tremendamente enriquecedora”, recuerda.

Chamorro y otros 34 pacientes con este tumor se enfrentaron al largo recorrido con el fin de visibilizar “un cáncer minoritario al que no siempre se presta atención”.

Cada una de las cinco etapas ayudó a simbolizar “el camino emocional del paciente por la enfermedad”, siendo estas: la asunción de la palabra cáncer, la comprensión del tratamiento, su dureza, la vuelta a la normalidad y, por último, el compromiso social con otros afectados.

“Nuestra vivencia se asemeja al camino porque en ambos casos estamos al límite de nuestra capacidad. Salimos de nuestro mundo para emprender un reto con el objetivo de llevarlo al mejor destino posible».

Para Chamorro, lo más difícil se difuminó una vez se pusieron en marcha: “Lo peor es el miedo antes de empezar, no te ves capaz. Alguno de mis compañeros utilizaba muletas”.

Una voluntad de hierro cargada de compañerismo logró desterrar cualquiera de los temores preestablecidos. Y así, pacientes de todos los lugares del mundo, coronaron la Plaza del Obradoiro, exhaustos pero felices: “Éramos españoles, argentinos, peruanos, franceses, alemanes y hasta australianos”, rememora la responsable de Aecat.

A nivel personal, Chamorro describe emocionada como el Camino de Santiago sirvió para que su familia comprendiera mejor su situación: “Realicé el camino con mis dos hijos pequeños, de siete y once años. El más pequeño pasaba kilómetros al lado del paciente que llevaba bastón. Le miraba y le ayuda. Desde entonces cambió su concepto de superhéroe”.

La agrupación no repetirá la experiencia en 2015, pero sí en el futuro. Y es que Chamorro no duda: “Es algo que hay que hacer, al menos, una vez en la vida”.

Quince años con esclerosis… y 110 kiometros por recorrer

Los miembros de la Asociación Española de Lucha contra la Esclerosis Múltiple (Aelem) sí que se calzarán las botas con destino a Santiago a lo largo de este año. En concreto en el mes de noviembre.

“Hacer el Camino de Santiago antes de mi diagnóstico ya me parecía una locura, imagínate ahora, tras 15 años con esclerosis”, declara José Antonio Flores, presidente de la agrupación, quien explica que el grupo de ‘valientes’ estará compuesto por 30 pacientes dispuestos a completar una ruta de 110 kilómetros en cinco días.

El objetivo que mueve a Aelem es el de visibilizar la enfermedad, concienciando sobre la importancia de la actividad física para frenar el desarrollo de la esclerosis y mejorar la calidad de vida de aquellos que la sufren.

“Estamos organizando entrenamientos conjuntos, caminatas grupales una vez al mes. La preparación es muy importante y no hay que tomárselo a broma”, defiende Flores. No obstante, la agrupación prevé realizar una última etapa de seis kilómetros, llana y accesible para todos aquellos pacientes que presenten síntomas más graves y deseen participar en este proyecto y entrar a la conocida ‘ciudad santa’ sintiéndose más fuertes y capaces.

Fuente: estusanidad.com

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