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Jesús Sánchez Adalid (Villanueva de la Serena, 1962) vuelve a la Córdoba del siglo X en El camino mozárabe (Ediciones Martínez Roca), una novela protagonizada por varios personajes históricos en torno a la vía que unía Al-Ándalus con el norte de la península. Esta tarde (20:00) la presenta en el Alcázar de los Reyes Cristianos.

Regresa a una época y un territorio conocidos. ¿Qué relación guarda este libro con El mozárabe?

-Esta novela transcurre aproximadamente veinte años antes del espacio cronológico de El mozárabe. El territorio es el mismo: la Córdoba de Abderramán III, con el califato en pleno apogeo. Estamos en el momento en que Abderramán III sufre su primera derrota militar importante, la famosa batalla de Simancas, que supuso para Córdoba un golpe enorme. En el libro se narran todas las consecuencias de este impacto. Y hay una cosa curiosísima: el descubrimiento que hace la cristiandad del norte, después de la batalla de Simancas, de la realidad de la cristiandad del sur o realidad mozárabe. Aquí se cuentan los entresijos de la Córdoba del siglo décimo pero a los ojos de una serie de embajadores que envía el rey Ramiro II de León, que vienen de la Gallaecia y que quedan fascinados por la grandeza, la antigüedad, el señorío y el poder de Córdoba. Es un paseo virtual por las comunidades mozárabes, sus costumbres, tradiciones, fiestas, el culto a los mártires, las basílicas e iglesias de Córdoba…, y por otra parte tenemos la contemplación del mundo musulmán en todo su auge. Creo que ofrezco algo diferente, como sucedió con El mozárabe, porque nadie lo ha contado. Yo he rastreado toda la literatura contemporánea, en la que se han contado muchas historias sobre las tres culturas pero son tópicas. Todo se retroalimenta, todos cuentan lo mismo. He entrado en las fuentes documentales genuinas, documentos que se encuentran en los anales gallegos y en los que los cronistas cuentan la percepción que tuvieron de la Córdoba de aquel tiempo o de Al-Ándalus. Hay un detalle muy interesante que creo que los cordobeses no conocen: la presencia que tuvieron las reliquias de San Paio o San Pelayo, uno de los santos más venerados en la cristiandad del norte, donde hay un montón de iglesias, monasterios y puentes que se llaman así. Esto es debido a las reliquias del mártir San Pelayo, que permanecieron en Córdoba hasta que se las llevó el rey Ordoño. Ramiro II, después de Simancas, intentó por todos los medios llevárselas al norte, pero los mozárabes no quisieron. La reina Goto, la última reina de Galicia, vino desde allí a llevarse estas reliquias. Es una novela con cruces de personajes y circunstancias, en la que se cuenta todo el entresijo diplomático, los peligro que encierra bajar por el camino mozárabe…, y supone apoyar la idea de que esta vía se consolida como el gran camino de Santiago de la siguiente década, ya que el camino francés va cediendo porque está muy visto. El camino mozárabe tiene derecho a tener su propia leyenda, su literatura, su imaginario.

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– ¿Cuánto hay de ficción en este libro?

-La novela histórica tiene que ser un juego en el cual los límites deben estar imprecisos. El lector debe leer este libro como una novela, sentir que está haciendo el viaje al pasado, meterse de lleno para tener la sensación de que está recorriendo las calles de Córdoba, viajando, contemplando los peligros de aquella sociedad, sin pensar que le están haciendo una crónica. No se trata de un libro de historia. Aspira a tener ese misterioso entramado de las grandes novelas históricas, los maestros a los que he leído. No me gustan las novelas de códigos y cosas raras, me gusta la obra de Mary Renault, Marguerite Yourcenar, Mika Waltari…, los grandes maestros de la novela histórica de todos los tiempos, que pertenecen al sector de la gran literatura. Todo lo demás ha sido una literatura bastarda y sobreañadida.

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-¿Cómo ha sido el proceso de documentación para El Camino Mozárabe?

-Ha durado cinco años. Hasta que no reuní todos los documentos que necesitaba no me puse a escribir, si bien entre medias escribí otras obras. Yo tenía un deseo ferviente, absoluto de escribir esta novela. Córdoba da para bibliotecas y bibliotecas. Fíjate lo que ha producido Edimburgo, y esta ciudad es un villorrio al lado de Córdoba, históricamente y en todos los sentidos. Edimburgo no tiene identidad alguna más allá del siglo XIV, sin embargo date cuenta de lo que da Córdoba desde Séneca hasta nuestros días. Nosotros necesitamos esa literatura: es una necesidad y una obligación.

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¿Le queda algo por contar de esta época y este territorio?

-Muchísimo. La conquista cristiana de Córdoba es muy interesante, hay unos relatos de viajeros fascinantes. Cuando hablamos del siglo X hay que tener en cuenta que nos referimos al siglo más intenso de la historia del mundo, el cambio de milenio. Me he ido sólo veinte años antes de El mozárabe y he contado cosas absolutamente distintas, no hay nada que se asemeje al argumento de aquella novela. Se pueden escribir cincuenta, sesenta, setenta novelas sobre este periodo sin que haya cosas que se repitan. Hay un cruce de personajes tan grande… En El camino mozárabe aparece Hasday ben Saprut, uno de los diplomáticos más importantes de la Historia, que vivió en Córdoba, era médico y fue enviado a Ramiro II. Aparece la biblioteca Armilatense, que estaba en el monasterio de San Zoilo de Córdoba y que enlaza con la tradición bibliotecaria de los monasterios cordobeses, que se remonta al siglo III… Y se muestra cómo, cuando en el norte se enteran de lo que hay aquí, empiezan a bajar. El camino mozárabe es más de vuelta que de ida. Cuando yo fui a ver la capilla de San Miguel de Celanova, que es de esta época, del año 940, y que aparece en los anales de San Rosendo, fue cuando decidí escribir esta novela. Está en el corazón de Galicia pero es cien por cien cordobesa.

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¿Está muy distorsionada la percepción histórica que tenemos de los mozárabes?

-No hay percepción: ese es el problema. La gente tiene una percepción clara del mundo musulmán, que es muy identitario y característico, y también de la cristiandad del norte, pero lo que la gente no sabe, no lo hemos sabido, es que en Al-Ándalus el 60% de la población en el siglo X era cristiana. La gran reivindicación de Al-Ándalus es el mundo mozárabe: es el que forja la cultura, el que puede aportar algo realmente al mundo. Hay que librarse de todo tipo de prejuicios y hacer un ejercicio de reescritura, porque parece que toda la grandeza, que todo el poderío y la maravilla vienen del mundo musulmán, como si aquí no hubiera una cultura anterior. ¿Dónde dejamos entonces a San Isidoro de Sevilla, a Paulo Álvaro de Córdoba, a San Eulogio, que hicieron toda la crónica de su tiempo, que sabían hablar varias lenguas a la perfección?

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Fuente: El Día de Córdoba
Fotografías: Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Córdoba

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