La Asociación de Amigos de los Caminos de Santiago de Gipuzkoa cumple 25 años con su labor centrada en «la atención al peregrino, antes del Camino informándole y acreditándole, y durante el Camino acogiéndole en los albergues». Porque, sin duda, como explica su presidente, Fernando Imaz, «la hospitalidad y la solidaridad entre peregrinos» son lo que hacen de la ruta Xacobea algo «especial».
Hoy día cualquier persona que se embarca en la aventura de recorrer alguna de las rutas que conducen hasta Santiago de Compostela encuentra, con frecuencia, albergues donde hospitaleros voluntarios, que anteriormente también fueron peregrinos, les reciben y les atienden con amabilidad y generosidad. La solidaridad, las relaciones entre los peregrinos, las experiencias compartidas son las razones que marcan la diferencia entre el Camino de Santiago y otras rutas de senderismo.
Pero no siempre fue así. Lo que hoy ya son grandes rutas perfectamente señalizadas y dotadas de toda la infraestructura necesaria para realizarlas con las comodidades del siglo XXI, hace apenas unas décadas eran casi prácticamente desconocidas para el gran público. Parte de la culpa de este cambio reside en la labor que han hecho asociaciones como la guipuzcoana, así como la Federación Nacional de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago, que nació también en octubre de 1987 a raíz del Congreso Internacional de Jaca y de la mano de los colectivos de Gipuzkoa, Palencia, el Bierzo (León), Estella y La Rioja.
«Para dar sentido a la (recién creada) asociación», al año siguiente (1988), Imaz y el secretario de la entidad, Ángel Ayesa, decidieron recorrer el Camino de la Costa (partiendo desde Irun). «Investigamos porque no había nada y cuando dijimos que existía ese Camino y que posiblemente fuera el más antiguo de todos, nos tomaron por locos», recuerda Imaz. El caso es que se lanzaron, con las mochilas al hombro, a recorrer esa ruta totalmente desconocida. Incluso hubo quien les tomó por pobres pidiendo limosna. No en vano, el peregrinaje a Santiago era por aquel entonces poco frecuente. De hecho, en el Camino francés, el más transitado, apenas se cifraban en aquel momento entre 100 y 400 peregrinos al año -mientras que en 2011 132.652 peregrinos llegaron a Santiago por esta vía-.
Nueve personas integraban la asociación guipuzcoana en 1988, 25 años más tarde, cuentan con 350 socios. Pero el arranque fue costoso. Sus primeras actividades consistieron en atender a los peregrinos entregando las credenciales con las que se acredita la peregrinación por la ruta xacobea. Pero la tarea se les quedó pequeña, así que en 1991 se convirtieron en «la primera asociación que atendió un albergue de forma organizada». Fue, concretamente, el de San Juan de Ortega (Burgos), refugio que regentaron seis meses al año hasta 1993 con rotaciones de voluntarios cada diez días.
Al año siguiente, comenzaron a hacer turnos en Roncesvalles, donde siguieron hasta 2003, momento en el que el albergue navarro comenzó a cobrar -hasta entonces solo se exigía la voluntad para dormir y ducharse-.
Esta ola de solidaridad que mostró la asociación guipuzcoana, liderando la recuperación del término hospitalidad de los antiguos hospitales del Camino de Santiago, se mantuvo y, así, en 1995, organizaron grupos para «demostrar que sin medios económicos» pero con voluntad se podía llevar a cabo la rehabilitación «integral» de un albergue: concretamente el de Grañón (La Rioja), donde trabajaron de forma voluntaria durante 70 fines de semana.
Más de 130 turnos
Hospitalidad desde el origen
Tras su paso por Roncesvalles, la asociación se volcó para ofrecer la hospitalidad, por la que tanto habían luchado en el Camino Francés, en las rutas xacobeas guipuzcoanas. En 2004 se abrieron los albergues de Irun, en el que se contabilizaron 150 peregrinos, y Deba. Ahora cuentan también con dos albergues para la época estival en Donostia (en la ikastola Jakintza) y Zarautz. «Este año serán más de 9.000 los peregrinos que han pasado por el Camino de la Costa», aventura Imaz. Una cifra muy diferente a la que se registra en el Camino del Interior (que sale de Irun y recorre Gipuzkoa y Araba para unirse con el Camino Francés en Santo Domingo de la Calzada), en el que solo han transitado este año 175 peregrinos y donde, según reconoce el presidente de la asociación, «nos faltan todavía albergues». «Hay en Irun, Andoain, Beasain y Zegama, pero son insuficientes y no están ubicados en el mejor punto», afirma.
Aún con todo, los hospitaleros voluntarios ligados a la asociación guipuzcoana hacen, en la actualidad, más de 130 turnos de diez días.
Pero a pesar de que trabajan en la promoción de ambas rutas, es el Camino de la Costa el que está viviendo ahora su momento más dulce. Mientras la ruta francesa entre Roncesvalles y Santiago parece haber llegado al culmen, y cada año se va reduciendo el incremento de peregrinos registrado en los últimos años, en el de la Costa está ocurriendo el efecto contrario. Entre 2010-11 se contabilizaron un 12% más y entre 2011 y 2012 el aumento se ha cifrado en el 15%.
Retos de futuro
Cambios necesarios
Ante tal afluencia de peregrinos, la labor de la asociación está centrada ahora en la «atención» a aquellos que deciden caminar hacia Santiago. Entre los retos a los que se enfrentan en sus bodas de bronce, está el siempre difícil «cambio generacional» entre sus asociados, para lo que han creado una sección de montaña con el objetivo de involucrar a la gente joven, y por otro lado, la masificación de la ruta, con sus problemas derivados como las plagas de chinches en algunos albergues.
En plena reflexión, se plantean cambiar los horarios de los refugios para adaptarlos a las necesidades de los peregrinos, siempre tratando de evitar algunos de los errores cometidos en el Camino Francés («abuso de albergues, de la hostelería, sellos que no son sellos», cita Imaz). «Hay que hacer un llamamiento a la gente para que hagan el camino desde la puerta de su casa y, por otro lado, tenemos que ser muy cuidadosos con el Camino, tratar de conservarlo, mantener su esencia», aboga el presidente de la asociación guipuzcoana. Para Imaz la clave es dejar entrar a la iniciativa privada en la gestión de los refugios «siempre y cuando no suponga la explotación del peregrino» en favor de obtener un beneficio económico. Para ello, pone el ejemplo del albergue de Orio, regentado por Rosa Urruti, que a pesar de ser privado, mantiene la esencia del Camino.
Fuente: noticiasdegipuzkoa.com